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Mi verano con las Oblatas

El Hermano escolástico Devin WATKINS es un miembro de la provincia de EE.UU. y está actualmente estudiando su segundo año de teología en Roma.


¿Han visto alguna vez brotar una semilla? ¿Han visto desplegar su primera hoja y elevarse hacia el sol? Ustedes saben instintivamente que tiene un enorme potencial de crecimiento y una cosecha abundante en un punto distante del futuro, pero al mismo tiempo, ven lo frágil y vulnerable que es y se dan cuenta de que un tacto áspero o una fuerte ráfaga de viento podría herirla mortalmente. Esto, en pocas palabras, fue mi bendita experiencia del verano pasado: ver un brote que lucha por alcanzar los cielos. Déjenme explicarles.

Después de haber terminado mi primer año de estudios de teología en Roma, me enviaron a España para aprender español y ayudar en la Experiencia de los Oblatos de Málaga y en la JMJ (Jornada Mundial de la Juventud) de Madrid. Me fue bien en los estudios pero lo que no me esperaba era obtener una visión de primera mano de nuestros comienzos oblatos – cuando las cosas eran difíciles pero aún estaban tan frescas para Eugenio y su pequeño grupo en sus primeros años juntos – encontrándome simplemente con las Misioneras Oblatas de María Inmaculada (Las Oblatas).

Tal vez ustedes hayan oído acerca de ellas, aunque forman un Instituto recién creado – diez años desde la aprobación diocesana – que comparten nuestro espíritu oblato, carisma e incluso sus constituciones y reglas casi a la letra. Mi relación con ellas comenzó en Málaga cuando el Padre Tony ORTIZ y yo fuimos asignados para recibir a los pelegrinos oblatos de los EE.UU. junto con dos de sus miembros: Raquel TORO, Vicaria General y directora de formación, y Katherina RAMRATH, una juniorada alemana que estaba estudiando medicina. El resto de las Oblatas – 21 en total – estaban también ayudando a los distintos grupos nacionales.

Estas mujeres dedicaron su tiempo de vacaciones a ayudar y es, en gran parte, gracias a sus esfuerzos que la experiencia de Málaga en su conjunto aunó esfuerzos. Incluso en medio de la emoción de Málaga, la mayoría de los oblatos vio inmediatamente que dichas Oblatas estaban llenas del carisma de San Eugenio, completamente disponibles para nuestra misión en común e increíblemente muy cerca de la gente. Ellas fueron las primeras en levantarse a la mañana y las últimas en irse a la cama, las que siempre hablaban con los niños y las que siempre se aseguraban de que todo marchara bien.

Una vez que la Experiencia llegó a su fin, supuse de que vería nuevamente dichas mujeres quizás una vez más en Madrid en un almuerzo u otro evento. Pero, como sucede a menudo, Dios tenía otros planes en mente. Tuve un almuerzo con ellas después de la JMJ y durante la comida, su Superior General, Marimar GOMEZ, me invitó a unirme a ellas en un retiro en el hermoso norte de España. Y así, después de recibir los permisos adecuados, me fui a pasar una semana en el Convento de las Carmelitas Descalzas (a diez minutos de la playa) con diez Oblatas, con voces como las de los ángeles y corazones radiantes de alegría.

Desde el primer momento que estuve con ellas, me sentí como un hermano entre sus hermanas queridas y me sorprendió que incluso algunas de las pequeñas cosas que nosotros, los Oblatos, hacemos se manifestaban de alguna manera en sus gestos – tales como una fuerte devoción a la práctica de la oración y una curiosa dificultad a permanecer en silencio durante largos periodos de tiempo (marcados por explosiones de risa al azar durante el silencio en las comidas). Pero lo que ha sido aún más conmovedor ha sido escuchar sus historias y darse cuenta de que estaban viviendo lo que San Eugenio había tratado de vivir en su primera casa en Aix – la falta de recursos materiales o viviendas seguras, el problema constante de la forma de pagar las cuentas – y a pesar de todo, sentir una paz pura y una alegría que es casi palpable. De alguna manera durante la semana, mi corazón se abrió a la expresión femenina de nuestra amada Congregación, una cuyo único objetivo es vivir al máximo nuestro carisma Oblato en común y cuya única ambición de sus miembros es la de dar sus vidas por la misión. Para resumir la experiencia, siento en lo más profundo de mi alma que tengo 21 nuevas hermanas, cuya profundidad de caridad y celo promete renovar y revigorizar nuestra forma de vivir la misión Oblata y su carisma.

Así que ¿han visto alguna vez brotar una semilla y alcanzar los cielos? Yo sí, y es por eso que mi esperanza para nuestro futuro es más fuerte que nunca.

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