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“EL SINAÍ OBLATO”


El 17 de Febrero la Comunidad de Diego de León celebró el gran evento que unifica a los 4.111 oblatos dispersos por los cinco continentes. Distantes en el tiempo, Febrero 1826, y en el espacio, ver mapa o personal oblato, todos  bebemos de la misma fuente: Constituciones y Reglas, y todos arrancamos de la misma cepa: San Eugenio.

La Aprobación de “nuestros particulares mandamientos” y del nombre que nos identifica: “Oblatos de María Inmaculada”  que hicieron explotar de alegría a nuestro fundador, resonó en la Parroquia Virgen Peregrina como un eco renovador de vivencias centenarias fundidas en el “hoy” con los que mantenemos viva la inextinguible antorcha de un carisma para todos los tiempos y edades y de una bandera azul en la que ondea la ternura de madre y la pureza Inmaculada.

La fiesta Oblata tuvo dos momentos a cual más significativos y que en lenguaje coloquial se resumen en dos palabras: La Misa y la mesa.

A  las 13.00h, la Eucaristía de Acción de Gracias”, solemnizada por el Coro “Canta y Camina”,  concelebrada por los trece miembros que configuran esta comunidad, y con la asistencia de un respetable grupo de feligreses, fue el lazo que trenzó los aros de de la unidad con la diversidad. El P. Ernesto  nos confeccionó al detalle una hoja parroquial  digna de enmarcar.

El P. Fermín  regaló a nuestros oídos una breve, sencilla y sustanciosa homilía. Destacó los cálices amargos y los dulces momentos que embriagaron el corazón de San Eugenio. Citó el Sinaí de Moisés y nos adentró en la casa del Calvaire, “el Sinaí Oblato”, donde Eugenio publicó en las actas del 4º capítulo general, las cartas apostólicas de aprobación pontificia. El entusiasmo de Mazenod quedó patente en el saludo que dirigió a sus religiosos: “Es el comienzo feliz de una nueva era para la sociedad”.

Un coro de 13 voces en torno al altar, formado por los trece Oblatos, en edades de 35 a 89 años, cantamos acordes los compromisos de pobreza, castidad , obediencia y perseverancia.

La consagración a María Inmaculada puso el broche de oro a nuestra celebración eucarística, y a la par que nos íbamos retirando de la MESA cantando: “Tus oblatos  oh flor de la flores”…. nuestras miradas estaban ya puestas en la mesa. Una mesa preparada con mimo, con manteles blancos y manjares sencillos, pero, que, sazonados con la salsa de la exquisitez y sabor oblatos formaron nuestras delicias.

Misa y mesa,  primorosamente preparadas, celebradas, y vividas bajo el signo de la unidad, armonía y perseverancia, virtudes de las que fue testigo nuestro buen amigo y querido P. Fernando que nos acompañó y compartió mesa y mantel. Y para que recordéis quiénes formamos esta comunidad dejo constancia de sus nombres de más a menos edad: PP: Acacio( 89 años), Tomás, Martín,  Ernesto, José María, Fontecha, Fermín, Misael, hermano,  Juan Manuel, Pacho, Octavio, Lolín, y Mario, el benjamín con 35 años.
Y si en la vida nos llegan momentos de crisis, que seguramente nos rondan, subamos al monte del “Sinaí Oblato” y alimentémonos con el néctar que despide el panal de nuestras Constituciones.

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